Hace 33 años que Atlético se ganó el derecho a estar en el fútbol profesional. Desde entonces tuvo unos pocos años en los que tocó el cielo con las manos, llegando en dos oportunidades a Primera División y manteniéndose en ese círculo privilegiado. Sufrió dos descensos a la B Nacional, dolorosos, pero siempre se mantuvo entre los protagonistas de la principal divisional de ascenso del fútbol argentino, donde se ganó un prestigio y creció deportivamente en muchos aspectos.
En esta temporada, habiendo armado un equipo con pretensiones de recuperar protagonismo y luchar por algo importante, Atlético entró en un tobogán de confusión que arrancó en lo futbolístico y encontró caja de resonancia en otros ámbitos, por la propia trascendencia que tiene el fútbol entre su gente. Este domingo, en Ezeiza, ante Tristán Suárez, un flojísimo equipo que marcha entre los dos últimos de un lote de 37 participantes, Atlético sufrió una vergonzosa derrota, quizás en el podio de las peores que haya tenido en más de 30 años dentro del profesionalismo.
Como le ocurriera ante Agropecuario de Carlos Casares la semana pasada, Atlético arrancó perdiendo por dos goles antes de los 20 minutos. Pero esta vez enfrente suyo estaba uno de los dos peores equipos del certamen, y el encuentro era una verdadera final por los puntos de la tabla de abajo. O sea, perder no era una opción admisible. Pero arrancar perdiendo dos a cero antes de los 20 minutos fue demasiado, porque eso implica fallar en algo en que Atlético, ni ningún equipo digno, puede permitirse el lujo de fallar.
Esta vez no hubo recuperación. Y el combo de la vergüenza se completó en el segundo tiempo, cuando Tristán Suárez completó la faena cerrando una goleada de 4 a 0 que no admite réplicas.
Preocupante el presente de Atlético, mientras las redes sociales se llenaron de mensajes que hacen presagiar consecuencias mayores.