El fiscal de Homicidios de Rafaela, Martín Castellano, imputó formalmente a Miguel Angel Spahn, un sujeto de 37 años, por el homicidio simple doloso de Gonzalo Riato, en un sangriento episodio ocurrido el viernes pasado en la localidad de Lehmann, 11 kms al norte de Rafaela.
Ese día, Riato salió de trabajar en la planta que la empresa láctea Verónica tiene en Lehmann. Al regresar a su casa, poco después de las 20, el muchacho –de 27 años- fue hasta la calle Colón –donde vivía- y se encontró con su agresor, que lo esperaba montado en una moto Honda Wave de color azul, armado con un cuchillo. Spahn –según reconstruyó el fiscal en la audiencia imputativa- comenzó a insultarlo y a increparlo por una denuncia que había hecho Riato contra su persona ante la policía, debido a las molestias que causaba el estilo de vida de Spahn. Riato vivía en Colón 423, mientras que Spahn tiene domicilio en la misma calle, pero al 393.
“No tenés códigos”, “me arruinaste la vida”, “estás hablando pestes de mi persona”, además de insultos y otras recriminaciones, más la actitud agresiva del homicida, hicieron que Riato comenzara a correr por calle Colón pidiendo auxilio y que llamaran a la policía. Spah lo corría montado en su moto y armado con un cuchillo de 17 cm por 2,5 cm de hoja. Iba determinado a matarlo. Gonzalo dobló en Suipacha, corrió una cuadra y luego dobló por Hernandarias, paralela a Colón. Buscó refugio en un domicilio de calle Hernandarias, pero salió otra vez a la calle. Seguía corriendo y pidiendo que llamaran a la policía, pero luego de hacer unos 50 metros volvió sobre sus pasos y entró otra vez en la casa de calle Hernandarias al 301.
Allí, según el fiscal, Spahn lo “acorraló”, tras tirar su moto al piso. Y fue a cumplir con su determinación: matarlo. Le aplicó tres certeras puñaladas, una en el lado izquierdo del cuello, las otras dos en el tórax, antes de que un vecino lo redujera y pudieran retenerlo. Desesperados, los vecinos llamaron al SIES 107 y una ambulancia trasladó a Riato al Hospital, pero ya era tarde: Gonzalo fue declarado muerto poco después de las 21 del mismo viernes.
En la audiencia estuvo presente Edgardo, el padre del joven asesinado. También su consuegro. Afuera esperaban otros familiares, todos visiblemente afectados por la muerte de Gonzalo. Edgardo pidió que Spahn fuera retirado de la sala antes de hacer uso de la palabra, ejerciendo su derecho como víctima. Con la voz quebrada por el llanto, describió a Gonzalo como un joven que «no tenía maldad, vívía trabajando y criando a sus hijos, un tipo responsable, bueno, cero maldad. Por ser tan bueno le pasó lo que le pasó». Consideró que el crimen fue «un acto de crueldad muy alevoso» y sólo expresó su deseo de que el asesino sea castigado «con justicia, pero con todo el rigor de la justicia». «Debería pudrirse en la cárcel», porque «no le importó si había testigos, si lo veían, no lo importó nada. No sé por qué lo atacó, Gonzalo no tenía trato con esa persona, no tiene nombre lo que hizo», remarcó.
En medio de una sala absolutamente silencionsa, el juez Bottero sólo se limitó a escucharlo y expresarle sus condolencias por la pérdida. Este martes, en una audiencia de medidas cautelares, si todo sucede como se presume y con pocas dudas acerca de la autoría material del hecho, Spahn recibirá la prisión preventiva, a la espera del juicio en la que se dicte su condena.