El actor francés Jean-Paul Belmondo, fallecido hoy en París a los 88 años, tuvo el tino de no extender sus apariciones ante la cámara más de lo aconsejable; de hecho en la década de 2000 filmó solo cuatro películas -ninguna se estrenó en la Argentina- por lo que el público pudo quedarse con ese rostro y esa personalidad del brillante cine de los 60.
Con más de 70 películas a cuestas, su explosión en la pantalla se produjo con «Sin aliento» (1959), de Jean-Luc Godard, junto a Jean Seberg, en lo que algunos críticos marcan como el comienzo de ese indefinible fenómeno conocido como «Nouvelle Vague», que se suponía venía a romper las reglas del cine galo.
Belmondo no debutó con aquella película -entre un puñado de títulos previos aparece «Los tramposos» (1958), de Marcel Carné, uno de los directores repudiados por los nuevos cineastas-, pero a partir de «Sin aliento» se transformó en un símbolo del inconformismo, con una mezcla de existencialismo, humor cínico y un «sex-appeal» distinto pero irresistible.
Aficionado al fútbol y boxeador profesional durante su juventud, logró un físico apreciable y una nariz característica del deporte que le dio más personalidad a un rostro amado por las cámaras: se transformó también en una de las caras más conocidas del cine de acción y policial de su país entre las décadas de 1960 y 1980.
Nació el 9 de abril de 1933 en la ciudad de Neuilly-sur-Seine (Altos del Sena), ganó la Palma de Honor del Festival de Cannes y trabajó junto a otro grande de su tiempo, Alain Delon, que era el «lindo» de la dupla, en dos títulos exitosos: «Borsalino» (Jacques Deray, 1970) y «Los profesionales» (Patrice Leconte, 1998), su última película estrenada en el Río de la Plata.
Se crió en el seno de una familia de artistas -su padre era un escultor de origen italiano y su madre una pintora que solía tomarlo como modelo para sus lienzos- y comenzó a estudiar interpretación en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático de París en 1951, dejando de lado sus ambiciones deportivas.
Belmondo fue un actor que se prestó a los más diversos géneros, fue elegido por directores de prestigio -incluso no franceses- y formó parte de una generación para la que el cine era una fiesta: cada película suya era esperada con ansiedad y festejada por él más que por quien estuviera detrás de cámaras.
Así fue un amante fogoso en «La francesa y el amor» (1960), un filme en episodios dirigido por varios y en el que había actrices como Martine Caroll y Annie Girardot, un intelectual comunista que se vincula a una madre e hija desamparadas durante el nazismo en «Dos mujeres» (Vittorio de Sica, 1960), con Sophia Loren, y otro intelectual melancólico que se vincula sin sexo a una viuda (Jeanne Moreau) en «Moderato cantábile» (1960), un experimento del británico Peter Brook, mayormente dedicado al teatro.
También fue un heredero rural que se enamora de una prostituta (Claudia Cardinale) en «La Viaccia» (1961), del preciosista Mauro Bolognini, con el italiano Pietro Germi, y, vuelto a las calles de París, intervino en «Doble vida» (Claude Chabrol, 1960) como practicante de amores clandestinos, algo parecido a lo que hizo en «Cartas de una novicia» (Alberto Lattuada, 1960), cuando interfiere en la vocación religiosa de una joven (Pascale Petit).
Entre otros títulos menores, volvió a las manos de Godard y rodar «Una mujer es una mujer» (1960), un intento de comedia, junto a Jean-Claude Brialy y Anna Karina, en esos momentos mujer del director, e integró otra serie de historias colectivas, en episodios y vagamente eróticas con «Amores célebres» (Michel Boisrond, 1961), donde las seducidas eran Brigitte Bardot, Simone Signoret, Annie Girardot, ante la competencia de Delon, Philippe Noiret y Brialy.
De allí saltó a «Un cura» (Jean-Pierre Melville, 1961), un duro drama compartido con Emmanuelle Riva, con sacerdote y feligresa tentados por el deseo -nominado para los Bafta como actor extranjero- y luego a la aventura de capa y espada «Cartouche, el aventurero» (1961), junto a Claudia Cardinale y dirigido por Philippe de Broca.
«Un corazón así de grande» (1962) fue un semi-documental sobre un boxeador africano en París del especialista François Reichenbach -ganó en Locarno y el Premio Louis Delluc-, que llamó mucho la atención y en el que Belmondo actuaba de espectador en el ringside, sin temor a los papeles menores.