Por Miguel González – BIEN DESPIERTOS
Son las 10.30 de la mañana del jueves 27 de mayo de 2021. En el Hospital Jaime Ferré es un día febril, donde la atmósfera densa por la tensión de la exigencia a que está sometido el sistema de salud parece desmentir la jornada de temperatura agradable y luminosidad plena que viene desde el exterior. Adentro, entre las paredes centenarias y las telas plásticas de los módulos armados para contener la marea de los contagios, la templanza del personal se pone a prueba en cada momento. Pero hay un lugar donde la vida está ganando una batalla, porque está naciendo Genaro. Y con él está naciendo una estrella de esperanza.
Genaro no está viniendo a este mundo convulsionado en la serena paz de una maternidad común. Genaro está naciendo en una de las salas de terapia intensiva del Jaime Ferré. Un equipo de profesionales tomó la decisión hace un rato nada más. Le han pedido autorización a Juan Manuel, el papá, que está en Angélica, en el otro lado del teléfono, rezando porque en esa sala está Evangelina, compañera y sostén de la familia que comenzaron a construir hace 24 años. Evangelina, que a sus 43 años, intubada y en estado crítico, está en manos de Dios y de la ciencia médica, luchando contra el COVID. La operación se hace: es una cesárea «in extremis», pero Genaro nace. Pesa menos que un kilo y medio y llegará a pesar sólo 1,290 gramos. Hay que enseñarle a respirar. Hay que hacerlo vivir. Y Genaro vive.
Hoy es 30 de junio. Juan Manuel Ibáñez, camionero de la empresa rafaelina Broast, trabajador esencial que nunca paró en pandemia, está en la plaza 9 de Julio. A su lado, Ana Zanetti, jefa de Neonatología del Hospital de Rafaela. Los dos tienen mucho para contar, con un nudo en la garganta, con ese sentimiento que se hace lágrima en el recuerdo, pero que también brilla con la luz y la fuerza que el pequeño Genaro, que ya tiene cinco semanas, pesa dos kilos y está esperando el alta para reunirse con sus hermanos Guilllermo, de 17 años, y Jimena, de 11.
Juan Manuel no menciona fechas sino días, como si esos días fueran fotos congeladas en su alma. Los tiene grabados. Dice que fue un lunes cuando le aparecieron a él los primeros síntomas, estando fuera de Angélica, el lugar donde vive con su familia. Que llegó el martes y la primera decisión fue que él se aislara solo, mientras Evangelina, que poco tiempo antes había perdido a su padre, se fuera a la casa de la mamá de Juan Manuel, contigua a la suya. Pero Evangelina no aguantó: decidió compartir con Juan Manuel el proceso de la enfermedad. «Me lo dijo bien clarito: vos sos mi marido, estás enfermo y yo te voy a acompañar. Se puso al lado mío. Nos hisoparon y nos dio positivo. Genaro era el hijo que esperábamos para la culminación de la familia», cuenta Juan Manuel, que además recuerda que él mismo la pasó mal, aunque no llegó a la internación. «Tuve fiebre, dolores, me sacó toda la fuerza de piernas y manos, pero no tuve nunca necesidad de oxígeno».
Fue el sábado 22 de mayo que a Evangelina se le empezó a complicar el panorama. El martes 25 de mayo la trasladaron a Rafaela, donde ya estaban avisados de su derivación por los profesionales de Angélica que la venían monitoreando. Su embarazo la convertía en un caso especial. «El día miércoles a la tarde le mandé un mensaje y no me respondió más. Ya comencé a preocuparme mucho más. El jueves a las 8 y media de la mañana me llamaron los médicos para decirme que se había complicado su estado. Habían decidido dormirla e intubarla y me dijeron que era urgente adelantar el parto. Se abría la esperanza de las dos vidas: salvar a los dos. Y yo dije automáticamente que sí. Al mediodía me dijeron que Genaro había nacido con vida, que era muy prematuro, y que Evangelina seguía con respirador. Genaro también quedó con respirador».
Como suele suceder con el COVID, la enfermedad va produciendo señales confusas y diferentes. Un día el paciente está estable, otro empeora, otra vez parece mejorar. Evangelina permanecía estable, pero el lunes 31 se complicó severamente y a las 19.30 falleció como consecuencia de un paro cardíaco del que no pudo ser recuperada. Tenía 43 años y fue el primer caso en Rafaela y la región de una muerte materna por COVID.
Con la voz entrecortada por la emoción, Juan Manuel dice ahora que «Genaro es la luz de la esperanza en la vida que nos mueve a todos. Guillermo y Jimena son mis pilares, pero entre los tres, más la familia de Evangelina, la mía y los amigos que tenemos, vamos a salir adelante. En cada noticia buena que recibimos sobre la evolución de Genaro siento que está Evanvgelina a su lado».
Ana Zanetti, la responsable del equipo de Neo que atiende a Genaro, agrega sus propios datos. «El nació con 31 semanas de gestación, que equivale a 7 meses de gestación. Su cesárea de urgencia obligó a tenerlo en respirador cuatro días. Llegó a pesar 1,290 kgs. Pero evolucionó bien, le pudimos sacar el respirador, comenzamos la alimentación con leche de fórmula. Y aceptó esa alimentación. El tuvo COVID también, durante tres semanas sus exámanes nos dieron positivo. Hoy podemos decir que el COVID atraviesa la placenta y llega al bebé. No podemos decir que él tuvo enfermedad de COVID, porque los problemas suyos estuvieron relacionados a su nacimiento prematuro. Los controles que le hacemos están dando parámetros normales. Ahora falta que adquiera la madurez necesaria en su alimentación, que reciba la mamadera en todos los horarios sin problemas, y entonces podremos darle el alta».
Juan Manuel está ahí, en el Hospital, con sus otros hijos que lo acompañan. Entre él, Guillermo y Jimena, se hacen fuertes para darle fuerzas al más débil de todos, que está resultando el gladiador de esta lucha. «Nunca voy a tener palabras para agradecer al equipo de los profesionales todo lo que han hecho por Genaro y Evangelina», dice. «Cargamos el dolor adentro que no se cura con nada, pero el homenaje para Evangelina es decirle todos los días que la amamos siempre. Yo viajaba y ella fue siempre nuestro sostén en casa», repite. Ya no le queda voz. El llanto lo dobla. Sólo en el gesto, nunca en la voluntad. Cruzando la calle lo espera Genaro, tan liviano su peso, tan fuerte su mensaje. La vida, nada menos.