A Agustín O. le dicen «Pampita». El origen del «alias» se desconoce, pero seguro no tiene en absoluto relación alguna con el aspecto que ofrece la glamorosa modelo y conductora televisiva con la que comparte apodo. Agustín es conocido en el ambiente policial y judicial. Demasiado conocido. Arrastra antecedentes en una veintena de causas penales por distintos ilícitos y este lunes, pese al feriado, volvió a pasar por la sala de audiencias de los Tribunales de Rafaela luego que la semana pasada fuera sorprendido por agentes de la GUR cuando intentaba llevarse dos televisores desde una vivienda del barrio Mora. A uno de los aparatos lo dejó en la vía pública. Al otro ni siquiera alcanzó a retirarlo del domicilio violentado, aunque ya estaba convenientemente «embalado» para ser retirado de la casa.
Una tentativa de robo no amerita por sí misma el dictado de una prisión preventiva. Pero el caso de «Pampita» es grave: además de la veintena -serían 23, para ser más precisos- de causas penales abiertas que tiene, desde junio hasta la fecha acumula 12 entradas a sede policial por la comisión de distintos ilícitos. En algunos de los casos fue sorprendido «in fraganti», como sucedió en este último episodio, aunque lograra fugarse por unas horas. Sucede que cuando a Agustín O. lo ven en la calle, policías y agentes de la GUR están prevenidos porque ya se sabe que puede andar con algo ajeno entre manos. ¿Prejuicios? ¿La famosa portación de cara? No sería el caso: lamentablemente, una y otra vez «Pampita» les da la razón a los que lo señalan como culpable.
En la audiencia de este lunes, la jueza Cristina Fortunato decidió dictarle prisión preventiva por 60 días, a instancias del fiscal Gustavo Bumaguin, y pese a los argumentos del defensor oficial, Carlos Flores. Sucede que Agustín no obedece las medidas alternativas, cuando es beneficiado con alguna libertad condicional. Y que su problema de adicciones lo convierte en un peligro permanente, para la sociedad en primer término y para él mismo en particular.
Parece muy claro, sin embargo, que no es la cárcel el ambiente donde debe intentar una recuperación que le permita cumplir con las penalidades que establecen las leyes, pero al mismo tiempo salir del círculo vicioso que lo tiene de una celda a la calle y de la calle a la celda. No es el único caso, también está claro. Hay muchos. Pero mientras tanto, los 60 días se cumplirán, eventualmente habrá una condena para el muchacho, pero más temprano que tarde, volverá a las «andadas». Porque su problema de fondo sigue sin tratarse.
Por ahora, tiene para 60 días de prisión.