La economía industrial de la provincia está bajo presión: en los últimos días se anunciaron 220 despidos en la planta bonaerense de Whirlpool, una medida que repercute fuertemente en Santa Fe por su integración al entramado productivo nacional.
Para la Federación Industrial de Santa Fe —a través de su secretario, Walter Andreozzi— estos despidos, junto a los recortes en empresas con plantas en la provincia como Cramaco y Essen, son señales de que la caída de la demanda y la apertura indiscriminada de importaciones continuarán.
Según Andreozzi, el contexto actual coloca a la industria local en clara desventaja: los costos, impuestos, logística y la falta de políticas de apoyo hacen casi imposible competir en precio con productos importados. Incluso puso como ejemplo que bienes argentinos pueden terminar siendo más caros en el mercado interno que en un shopping en Chile.
Para la entidad, el resultado del reciente proceso electoral —y la continuidad de las políticas vigentes— no augura cambios a corto plazo: estiman que la tormenta para la industria se extenderá al menos por los próximos dos años.
La gravedad de la situación se acentúa por la estructura económica santafesina: con más de 30 mil empresas industriales, la apertura comercial, la retracción del consumo interno y la inestabilidad política amenazan miles de puestos de trabajo. Para gran parte del sector, lo que era una advertencia ya es una crisis concreta.







