En los últimos meses, algunas entidades financieras han comenzado a reducir la cantidad de sucursales, una tendencia que impacta tanto en grandes ciudades como en localidades más pequeñas. Una situación de estas se registró con Banco Macro en Pilar, donde recientemente se reubicó a dos empleados tras el cierre de la sucursal, y en Moisés Ville, localidad donde la disminución de la actividad bancaria afecta directamente a los habitantes. Allí un empleado fue trasladado a Sunchales. “Todo esto termina afectando también a los pueblos por el tema de la incapacidad de tener un cajero automático, de poder estar conectados con el sistema; hoy un jubilado tiene que recorrer muchos kilómetros para cobrar el sueldo”, indicó Cristian Imwinkelried, Secretario General de La Bancaria Rafaela. El Santander también viene cerrando sucursales en diferentes partes del país, como por ejemplo en Franck y Cayastá. En Rafaela, por ejemplo, el edificio que ocupaba HSBC en pleno centro, en la intersección de Bv. Lehmann y San Martín, quedó abandonado luego de la venta de la sucursal a Banco Galicia. Allí se centralizó la atención de clientes y empleados en la sede de Bv. Santa Fe y la fachada del histórico edificio permanece cerrada desde julio pasado con futuro incierto. En este caso se trata de una fusión de entidades, y no de cierre de sucursales directamente.
Según el dirigente sindical, la reducción de sucursales forma parte de un proceso más amplio que combina la digitalización de los servicios con la reestructuración del personal. “Fue un cambio muy grande que surgió con la pandemia, con el teletrabajo y el uso masivo de aplicaciones bancarias. Hoy se mantiene el personal en una meseta, se incorporan muy puntualmente nuevos empleados y muchas veces con contratos temporales”, explicó.






